Conocí a la señora Anna en Buenos Aires. Yo tenía poco más de 20 años. Era una anciana vestida de negro, con el pelo muy blanco. Hablaba poco. Miraba de manera penetrante y de ella fluía un aura de seriedad y respeto que nunca antes había sentido tan concentrados en una persona. Al conocer su historia, aprendí un poco lo que ha sido el comunismo y palpé el sufrimiento que ha vivido el pueblo polaco.
Foto: Los Wielowieyski reunidos con ocasión del primer aniversario de casados de Anna y Kazimierz. 1935.
Junto a sus dos hijas, María y Teresa, los Wielowieyski vivieron hasta 1939 en Drohiczówka, Polonia, en una casa del padre de Anna, Tadeusz Cieński, político y diputado, senador de la Segunda República Polaca.
En 1939, Kazimierz fue tomado prisionero por los soviéticos y asesinado en Starobilsk, en lo que hoy se conoce como la matanza de Katyn. Fueron muertos cerca de 220.000 hombres, entre militares, policías y casi la totalidad de la intelectualidad polaca, profesores, artistas, investigadores e historiadores, así como sacerdotes. De este modo, Stalin pensaba arrasar con toda oposición al comunismo.
Anna Wielowieyska y sus hijas fueron deportadas a Kazajstán. En 1942, consiguieron abandonar el lugar gracias al cambio de la situación política al empezar la guerra entre la URSS y el Tercer Reich. Se dirigieron primero a Samarcanda, después a Krasnovodsk y allí se embarcaron a Pahlevi en Persia, para seguir a Teherán, donde vivieron tres años. Posteriormente, siguieron a Líbano. En 1948, no lograron salir a Inglaterra a reunirse con su hermano.
Temiendo regresar a Polonia, Anna Wielowieyska decidió marcharse con sus hijas a Argentina. El 14 de septiembre de 1948 llegaron a Buenos Aires.

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